miércoles, 13 de octubre de 2010

Hace un año y mas.

Un año sin detenerme por estos lares es mucho tiempo. Hoy buscaba el cobijo de este rincón tan particular, a pesar de resultarme hasta incomodo, por no decir violento, el hecho de escribir aquí una nueva entrada. Me siento como si a lo largo de este año le hubiera sido infiel a este mi blog, le hubiera dado la espalda a mis pensamientos y ahora volviese, con la cabeza entre las piernas, a refugiarme en su regazo.

De antemano, pido disculpas por posibles faltas ortográficas, derivadas de la omisión de acentos, que desde hace un mes me veo resignada a soportar desde mi querido y a la vez odiado ordenador.

El caso es que hoy necesitaba volver al alivio que supone la escritura. Mi cabeza es ahora mismo un torbellino de pensamientos e ideas que suicidan poco a poco mi capacidad cognitiva. La ocasión lo requiere: seré breve.

No atravieso mi mejor momento, es sabido por practicamente todas las personas cercanas a mi, y el hecho de que hace unos meses todo pareciera indicar que mi vida había dado un giro a mejor, no presagiaba nada bueno.

El destino se muestra parco, y yo hago lo que hacemos todos: esperar. Esperar a que llegue el momento, esperar a que el tiempo amaine, esperar milagros, esperar sonrisas, esperar recuerdos, esperar soluciones, esperar disculpas que se pierden por el camino, esperar remordimientos que te comen el alma. Esperar.

Con el tiempo aprendes que no toda buena temporada dura, sin embargo, siempre nos preguntamos por que las desgracias nunca vienen solas, o por que todo tiene que torcerse a la vez.

De aquí a Navidad voy a hacer un viaje. Una regresión a mi pasado. Una vuelta a hace 13 años. A volver a sentir el dolor que rasgo mi corazón de inocente niña de 9 años, que soñaba con que todo era para siempre. Y a lo largo de los años, comprendes que lo estable es inestable, que lo duradero es efímero, y que la inocencia siempre sera inocencia, salvo prueba en contrario. Todos tropezamos varias veces con la misma piedra. En mi caso, sigo creyendo, una vez mas, que se trata de algodón de azúcar.

Voy a terminar con un poema de John Donne, al que hacen mención en una película llamada "Amar la Vida", que acabo de conocer precisamente leyendo el blog de una perfecta gaditana y amiga (hola María). Me ha llegado al alma.

Muerte no te enorgullezcas, aunque algunos te llamen poderosa y terrible,
puesto que nada de eso eres; porque todos aquellos a quienes creíste abatir no murieron,
triste muerte, ni a mi vas a poder matarme, esclava de lado, la fortuna, los reyes y los desesperados,
si con veneno, guerra y enfermedad y amapola o encantamiento se nos hace dormir tan bien y mejor que con tu golpe,
de qué te jactas, tras un breve sueño despertamos a la eternidad y la muerte dejará de existir,
muerte morirás.